22 nov 2010

Fotografías de Catalunya (y España) antes del 28N y propuesta concreta de voto

Publicat a la web de Solidaritat Catalana per la Independència

(nota previa: este ensayo no pretende ofrecer una visión absoluta de la realidad; la mirada aquí aportada es, como siempre, incompleta, y hasta parcial; sí aspira a ser, en cambio, una mirada sugerente que aporte pistas para leer el hoy y el mañana de forma renovada)

El próximo 28 de noviembre se celebran elecciones al Parlamento de Catalunya. Muy probablemente, como sucede en cada cita electoral, la abstención se moverá entre el 40% y el 60%, una cifra escandalosa que refleja la falta de apetito democrático de nuestra sociedad. No por ser esta cifra muy habitual en la mayoría de países occidentales deja de ser significativa y preocupante. El gran articulista de La Vanguardia Gregorio Morán titula su última "Sabatina Intempestiva" con un desacomplejado pero decepcionante "Por qué no iré a votar", aludiendo, en su opinión, a que "las elecciones son una fiesta que se ha montado la clase política para perpetuarse a sí misma". Los ciudadanos tenemos mucho que decir, y nuestra libertad como tales empieza ejerciendo el voto. Y esto es así a pesar del nivel de incompetencia y desidia de una mayoría de dirigentes políticos, especialmente en los grandes partidos tradicionales. Dejarnos engullir por el ambiente de frustración respecto a las capacidades de la clase política en general es tramposo: dejaríamos de ejercer nuestra parte de responsabilidad en el asunto y nos convertiríamos en un gran sujeto tomado por la indiferencia. Seguramente, la pregunta que deberíamos plantearnos es: ¿cuáles son los retos de la Catalunya de hoy y de mañana? y acto seguido, ¿hay alguien ahí, para recoger el mandato con el cual poder afrontar los retos mencionados?. La respuesta debe ser contundente: el día después de la crisis, que va a superarse, Catalunya tendrá dos retos, ambos de carácter jurídico-constitucional. El primero de ellos asociado a la pregunta de: ¿cómo nos las arreglamos para disponer de una estructura de Estado que defienda nuestros intereses y nos represente en el mundo?; el segundo relacionado con el descrédito de una parte no despreciable de la clase política y el sistema democrático: ¿qué podemos hacer para restaurar la transparencia y dignidad de la democracia a modo de Segunda Transición? Con el planteamiento de estas dos cuestiones no pretendo ignorar los retos actuales de tipo económico y social (paro alarmante y bolsas de pobreza en aumento), pero prefiero poner énfasis en aquellos elementos más estructurales que debemos reformar para estar preparados en el caso de tener que afrontar futuras crisis. No hay que olvidar que los cambios geopolíticos basados en transferencias de poder hacia las economías emergentes de Asia y América Latina, harán que en el futuro, las crisis afecten con mayor virulencia a los países occidentales, y por lo tanto, Catalunya tiene que estar más preparada que nunca, con los mejores instrumentos, para convivir con este entorno.

Respondiendo a las preguntas mediante un reencuadre -posiblemente sugerente- de la foto actual

¿Qué ha sucedido en España, y en Catalunya, en la última década?

Si hay un fenómeno que ha caracterizado a España en esta última década es sin duda un proceso incesante de transferencias internas de poder económico. El centro peninsular, apalancándose en tres puntos de inflexión, ha conseguido erigirse en el gran centro económico del país y de una forma creciente, en un hegemónico centro de decisión. El primer punto de inflexión de esta nueva foto peninsular se dio con el chorreo de dinero provocado por la privatización de una mayoría de entes públicos, como Telefónica o Iberia. La privatización de la empresa pública generó para Madrid el músculo financiero para poder competir de tú a tú con el músculo exportador de las economías catalana, valenciana y vasca. El segundo punto de inflexión se produjo con la nueva conquista de América, que las nuevas empresas de servicios públicos privatizados, llevaron a cabo en países como Argentina y Mexico, y hoy en Brasil. Este guiño a la historia pretendió situar a Madrid, ya con el músculo necesario, en el mapa de las ciudades globales, erigiéndose en la nueva capital puente entre Europa y América Latina. El último punto de inflexión fue la liberalización de las telecomunicaciones y el audiovisual, de manera que la mayoría de las grandes iniciativas en estos sectores decidieron instalar su sede en Madrid, atraídas por el efecto "cluster" (concentración y capacidad instalada) que ya tenía Madrid gracias a la actividad pública en el terreno de las comunicaciones. Todo ello fue sazonado por una política agresiva de infraestructuras, a costa de impulsar el endeudamiento de Madrid hasta límites difícilmente asumibles, y de contar con la complicidad de un Gobierno identificado con la España radial (véase operaciones AVE y T-4). Esta operación ha producido un resultado agobiante: se llama Madrid Distrito Federal. Se trata de un ente independiente (es Madrid el que quiere independizarse de España), situado en el mapa global y alimentado por el mapa provincial de España ("Todas las provincias a menos de dos horas de Madrid", dijo aquel ministro "popular", F.Álvarez Cascos). El Madrid hegemónico se ha construido a costa de deconstruir España. ¿Madrid contra España?. Se han menospreciado las fuentes sostenibles de ingresos (tejido industrial de medianas empresas familiares catalanas, valencianas y vascas en proceso de internacionalización) y se han alentado las fuentes inmediatas de ingresos (boom de la construcción y economía del consumo y el endeudamiento), como panacea que ha beneficiado la redistribución de fuerzas de la Península. Hoy Madrid se ha convertido en una ciudad que es "Too Big To Fail", como los grandes bancos que no pueden dejarse "caer" para no ocasionar males mayores al conjunto de la economía. Fijaros, el hiperendeudamiento gestado por un modelo productivo especulativo nos ha llevado a depender como país del crédito exterior. La deuda pública más la privada del Reino de España alcanza el 275% de su PIB. La marca España sufre, y quien más sufre es la empresa mediana exportadora (catalana, valenciana) que no encuentra quien le financie sus planes de internacionalización.

¿Pero realmente ha sido deconstruida España?

La España de la transición, la de Suárez y Tarradellas, se construyó en base a un gran pacto y una exigencia de compromiso cívico. España dejó de asumir la "lógica de la supervivencia para asumir la lógica de la esperanza" (como dirían los profesores de ESADE Castiñeira y Lozano cuando se refieren al gran legado del historiador y estadista Jaume Vicens i Vives, quien, por cierto, sin llegar a ver la Primera Transición, trabajó para que un día llegara). Sí, España ha sido deconstruida o se encuentra en fase de deconstrucción. Dos grandes pactos han sido traspasados y la visión que los conformó gravemente desdibujada.

En primer lugar, la visión de un país plurinacional, cuyo pacto incorporaba la labor de un Estado que defendiera y promoviera las diferentes realidades culturales de España, entre cuyos activos, naturalmente, la lengua catalana. Hoy, el catalán no es idioma oficial en las instituciones europeas, a pesar de ser una lengua milenaria hablada por unos 10 millones de europeos y con una de las más ricas literaturas entre las lenguas románicas. No lo es porque no es oficial en el Parlamento de España, estado de la Unión Europea. Ni en el Senado, auténtica cámara territorial en los países descentralizados. La única vía para que el catalán sea reconocido con normalidad en las instituciones europeas sería la incorporación de Andorra como estado miembro de la Unión, ya que éste es el único Estado en el que dicha lengua es oficial en todo su territorio. Es decir, la decisión de un país con 30,000 catalanohablantes sería más determinante que la de un país con unos aproximadamente 10 millones de catalanohablantes, que representan aproximadamente un 25% del conjunto de la población. Catalunya no cuenta con un Estado, excepto Andorra, que promueva y defienda su lengua de forma decidida. Este hecho, sin duda, provoca distorsiones en el conjunto del sistema: la comunidad autónoma de Catalunya hiperactúa para proteger los intereses de la cultura y la lengua catalana, hecho que provoca, no sin falta de razón en muchas ocasiones, el desencanto por parte de los ciudadanos catalanes cuya lengua principal es el castellano. La denominada "normalización lingüística" no es más que un intento, que fue necesario en su fase inicial, posiblemente ya desfasado hoy en día, de complementar la falta de voluntad del Estado en asumir la pluralidad lingüística y cultural de España.

En segundo lugar, ha sido desdibujada la visión de un país multipolar económicamente y comprometido y solidario entre distintos territorios. Los ciudadanos españoles y europeos que residen en Catalunya sufren una de las mayores injusticias de tipo fiscal entre los países occidentales. No existe ningún otro caso documentado por expertos universitarios en el que un territorio sufra un déficit fiscal que sea a la vez tan abultado y sostenido en el tiempo. La balanza de pagos fiscal de un territorio refleja la diferencia entre los impuestos que son pagados en ese territorio (por ciudadanos y empresas) y lo que se recibe a cambio por todos los conceptos (incluidas las inversiones en infraestructuras, como aeropuertos, carreteras, centrales energéticas, etc.). Es normal que haya territorios que tengan flujos fiscales negativos, de forma temporal o a veces hasta de forma permanente a lo largo de décadas. Por ejemplo, la propia Catalunya con respecto al conjunto de España. O por ejemplo, Alemania con respecto al conjunto de la Unión Europea. Este flujo negativo suele ser el resultado de un territorio desarrollado económicamente, cuyos ciudadanos aportan un volumen generoso de impuestos para las arcas comunes de un ente administrativo superior, y que sin embargo, y es razonable, no reciben a cambio todo lo que han aportado en su conjunto, para que así, dicho ente central, efectúe una redistribución hacia otros territorios que precisan de inversiones que los sitúen en condiciones y oportunidades de crecimiento similares. Lo que habitualmente se pacta entre territorios son dos limitaciones: la primera de ellas es la cuantía, es decir, que la solidaridad sea razonable, de manera que no por ser solidario vayan a ser extranguladas las fuentes de crecimiento del territorio más rico, o bien no vaya incluso éste a perder posiciones de bienestar en cuanto a la renta neta disponible de la que gozan sus ciudadanos; la segunda de las limitaciones es el tiempo, es decir, que la solidaridad tenga un límite razonable en el tiempo, de manera que el territorio que recibe la redistribución no tenga incentivos perversos para no despertar nunca y de esta forma vivir eternamente subvencionado por otros territorios.

En España no se han respetado ninguno de los dos límites, de manera que Catalunya soporta un déficit fiscal que oscila entre el 8 y el 10% de todo lo que produce, y además, no existe ningún mecanismo que lo limite en el tiempo. En Alemania, por ejemplo, los Länder (como Baviera, Hesse o Baden-Württenberg) tienen limitado su ejercicio de la solidaridad a un 4% de su producto bruto (PIB). Es decir, la constitución federal alemana (lo que en España sería la constitución española, por lo tanto, el Estado), protege a los territorios "regionales" más productivos limitando su solidaridad. Aunque quisieran, no podrían ir más allá. En España, sin embargo, sucede todo lo contrario.

¿Son iguales –valorados de la misma forma- los déficits fiscales de Catalunya y Madrid? ¿Por qué, a pesar de que Madrid figura como la comunidad autónoma "más solidaria", este desequilibrio fiscal afecta en mayor medida a Catalunya que a Madrid? Madrid se ve beneficiada por el efecto "sede". Empresas como Endesa producen una gran parte de su negocio en Catalunya o Andalucía (en este caso, por absorción de las antiguas "Fecsa" y "Sevillana de Electricidad", pero pagan sus impuestos sobre los beneficios en la comunidad autónoma de Madrid, donde se ubica la sede social de la compañía. Por lo tanto, cuando a final de año revisemos las balanzas fiscales entre territorios de España, los impuestos que ha pagado Endesa, aflorarán como impuestos sufragados y aportados a la caja común española por los ciudadanos de Madrid, lo cual, estrictamente, es un apunte contable, es decir, no es del todo real. Quien lo quiera utilizar políticamente, dirá que los ciudadanos de tal o cual sitio, en este caso Madrid, son los más solidarios. Además, hemos convenido que una balanza se compone de una partida y una contrapartida. La partida son los impuestos aportados a la caja común y la contrapartida son los servicios recibidos, incluyendo las infraestructuras. En este caso sucede que la contrapartida también se ve alterada por una cuestión meramente contable. Es decir, si en el primer caso veíamos que los ciudadanos de Madrid han aportado menos de lo que los números nos muestran, en el caso contrario, también diremos que han recibido más de lo que los números nos mostrarán. Hay inversiones que el Estado realiza en Madrid que son catalogadas de interés nacional, de manera que ese "servicio", esa "contrapartida" que ha recibido la comunidad autónoma madrileña, no se imputará contablemente como una contrapartida, un servicio exclusivamente para Madrid, sino que el Estado lo imputará como un servicio para todas las comunidades autónomas españolas, siguiendo un criterio proporcional. Este modelo de imputación también es distorsionador de la realidad, ya que hay infraestructuras de interés nacional, como la T-4 de Barajas, que no benefician equitativamente al conjunto de ciudadanos de España. Probablemente, un ciudadano de Albacete verá la T-4 como una inversión beneficiosa, y por lo tanto, tendrá sentido que sea contabilizada como un mejor servicio para Castilla La Mancha. La misma valoración sería válida para un ciudadano de Valladolid, de Galicia, o de Murcia. ¿Es la T-4 de Barajas un servicio en beneficio de los ciudadanos catalanes? Posiblemente en parte, pero no en la misma medida que para el ciudadano de Albacete, por la sencilla razón que en este caso, el territorio de Catalunya dispone de capacidades y potencialidades económicas de alcance global similares a Madrid, de manera que invertir desproporcionadamente en la T-4, en el fondo, estará limitando las posibilidades de desarrollo de otro territorio de potencial similar. Sin embargo, en las balanzas fiscales, aflorará que los ciudadanos catalanes han recibido una parte de inversión realizada en Barajas. En este cómputo se desprecia igualmente el efecto proximidad, de manera que claramente, e indiscutiblemente, son los ciudadanos de Madrid los que más se benefician de una T-4 o de una infraestructura ferroviaria radial, a pesar de que sean obras de interés nacional. Estamos por tanto ante poderosos apuntes contables que ocultan la recentralización de España.

La ruptura de este pacto, hoy, ahoga económicamente a Catalunya. El déficit fiscal cronificado significa menos infraestructuras para seguir creciendo, y menos servicios sociales y de menor calidad para seguir cohesionando a la sociedad siguiendo los principios de una economía social de mercado europea. De todos los aspectos estructurales por resolver, éste sea posiblemente el de mayor calado, ya que a largo plazo, a 20 o 30 años, podría convertir a Catalunya en un territorio pobre de España, con una economía tremendamente cíclica y dependiente del consumo exterior, fundamentada en el turismo de cruceros, y unos servicios sociales y unas infraestructuras "a la argentina". He evitado forzosamente hablar del País Vasco y Navarra, que son un pseudo-Estado dentro de España, y que gozan de un sistema fiscal de reparto basado en una discriminación positiva hacia sus territorios (el concierto fiscal, un sistema mediante el cual dichos territorios recaudan y gestionan el conjunto de los impuestos y a final de año "le pagan una comisión" al Estado español por algunos servicios “subcontratados”, como la defensa nacional o la representación diplomática exterior).

Por lo tanto, Catalunya no dispone hoy de un Estado que la impulse ni culturalmente ni económicamente, siendo ambos aspectos particularmente graves, por lo que representa el primero en cuanto a hipertrofias identitarias y lo que representa el segundo en cuanto a flirteos con la pobreza social.

¿Hay alguien ahí?

La deconstrucción de España planea sobre estas elecciones en Catalunya. Pero planea como un altísimo nubarrón, visible para unos, menos visible para otros, y con un sol entrecortado que hace instalar dudas sobre si el tiempo es nublado o soleado, o bien si amenaza lluvia. Hay que ser consciente de la deconstrucción de España y la transferencia interna de poderes para leer adecuadamente estas elecciones. Y mantener fría la caja de las emociones y los prejuicios. Catalunya necesita Estado para afrontar los retos de futuro, pero el estado español, el que de forma natural debe representar a los ciudadanos españoles que residen en Catalunya, ha perdido fuerza y autoridad moral. Ha abandonado el mando en favor de Madrid, también del País Vasco y Navarra (a quienes les interesa el Estado español, porque les favorece y perpetúa su privilegio económico) y al Gran Sur (principalmente Andalucía, que sigue siendo la médula espinal de la moralidad española). Como diría Enric Juliana y bien sabe Felipe González, "no toquemos a Andalucía!". Hoy España es más ficción que realidad, sólo dotada de pegamento por las heroicidades de Alonso, Nadal y La Roja (de inspiración catalana). Muy poco fuste para vertebrar un país. Tan vaga ha sido la lectura que se ha hecho desde Madrid acerca de la visión del Estado español, que en territorios como Catalunya siguen siendo casi abominables algunos símbolos españoles, cuando no lo son otros símbolos de entes administrativos superiores, como los símbolos europeos. ¿Cómo debe Catalunya proveerse de Estado para afrontar los retos económicos, sociales y nacionales de futuro? Catalunya precisa disponer de un instrumento que le permita reconocer con naturalidad su propia realidad plurinacional (no olvidemos que Catalunya es plurinacional) y que le permita sentar las bases de un territorio económicamente y socialmente próspero. Y ello debe hacerse con transparencia y dignidad democrática, con calidad humana y espíritu de compromiso con el país y con el futuro (nunca olvidemos a Vicens: "asumir la lógica de la esperanza en lugar de la lógica de la supervivencia"). Decía tambien el gran Vicens Vives hace medio siglo, en "Serra d'Or": "Trobarem el pas i la clariana i ens desfarem de la nit i la boira si ens proposem realitzacions senzilles i concretes. Hem teixit massa astres i els hem posat massa amunt del cel per a les nostres forces i ara no ens podem palpar ni els ossos. Per a sirgar amb nosaltres -no te'n desentenguis pas- el primer que cal és fer-te home i conèixer la teva mà i la teva testa. Ferma't el cor, abomina l'irrealisme i pensa amb lògica nua. Et proposo que dediquis a la comunitat el teu treball de cada dia; que no defugis des d'ara la responsabilitat que tindràs demà quan seràs el capdavanter; que no rebutgis l'esperit de progrés ni menystinguis l'herència dels teus pares. I sobretot, que pensis més en tot allò que hem construït i ens ha fet grans, que no pas en les coses que ens han estat imposades a desgrat, per l'atzar dels temps. Amb l'esperit de rancúnia i de revenja, propi dels esclaus, mai no seràs ningú ni tampoc ho seran els teus. I així tú seràs la terra i la terra serà teva". Hay que memorizar estas palabras. Hoja de ruta para el buen político, para el buen servidor de lo público.

Muy posiblemente, Catalunya será gobernada por Artur Mas (solvente y preparado, aunque muy condicionado por la anchura de su partido, pendiente de demasiados flancos). Hacerlo bien dependerá de si es capaz de sobreponerse a la inercia del partido y a la imponente sombra de su maestro, que no sólo le ha ocultado en ocasiones, sino que hasta a veces él mismo ha sido una prolongación de esa sombra, con actitudes que recuerdan el paternalismo de Jordi Pujol. Sin embargo, teniendo en cuenta el diagnóstico del país, el reencuadre de la foto, es necesario que hagamos visibles también aquellas apuestas que, sin tener posibilidades de gobernar hoy, deberían ser influyentes, para, como dice Vicens, abordar "realitzacions senzilles", recogiendo con lucidez y sin difuminar la realidad, los dos mandatos que nos sugiere la foto: más Estado para afrontar los retos cruciales mencionados -culturales y económicos- (ya sea un Estado articulado por Europa, por España, o por Catalunya) y más democracia y transparencia, honestidad y calidad humana, para liderar dichos retos, con lucidez, dignidad, y mucho relato, ese contenido narrativo que trenza la credibilidad de los liderazgos. Nos faltan relatos para creernos lo que podemos llegar a ser. Formaciones políticas ya incorporadas al Parlament como Ciutadans, u otras en vías de conseguirlo, como Alternativa de Govern, Solidaritat Catalana o Reagrupament, aportan una mirada reformada y en algunos casos ciertamente orientada a los retos mencionados. Es el caso de Solidaritat y de Reagrupament, que abogan por más Estado, en este caso construido desde la propia Catalunya, o Alternativa de Govern, que apuesta por una reforma liberal y radical de las instituciones. Las opciones políticas de una democracia moderna surgirán de la necesidad de abordar relatos concretos, y estarán menos ligadas a posiciones ideológicas inamovibles y previamente condicionadas.

En estas elecciones yo votaré a Joan Laporta. Ha demostrado durante 7 años al frente de una de las instituciones más relevantes de Catalunya sus capacidades (y también sus defectos, claro). Laporta ha conseguido situar al FC Barcelona como el club polideportivo más relevante del mundo, y a la sección de fútbol de dicho club como la más exitosa de la historia, y a la marca “Barça”, como la más reconocida y de mayor valor en el planeta, sólo comparable deportivamente a la de Los Angeles Lakers. La marca “Barça” es hoy un fenómeno estudiado en Esade y en Stanford, entre otras, porque su posicionamiento ha sido tan singular, que sólo hubiese podido ser impulsado por un liderazgo muy auténtico. Joan Laporta, arropado y aconsejado por dos juntas directivas distintas, en dos periodos distintos de su mandato al frente del FC Barcelona, consiguió llevar a cabo una obra de impresionante valor para un club deportivo. Posiblemente algunos pensarán que la política y el deporte están separadas por un abismo, y que por lo tanto semejante empresa (la de influir en la política de un país) es demasiado grande para un ex presidente de un club deportivo. Pero precisamente lo que Catalunya necesita hoy es la influencia de un líder (que lo es) con coraje y determinación (que la tiene) para decir (y hacer) aquello que los nubarrones no nos dejan ver en ocasiones. Laporta aportará matices que no gustarán ni a un lado ni al otro del escenario político, ni al centro, ni a ningún medio de comunicación suficientemente establecido. Esa falta de “political correctness” y un cierto radicalismo impulsado por el corazón es lo que precisamente hace de Laporta un líder incómodo a la vez que sin falta de consenso social hoy en día. Pero Laporta es el único, ojo, el único de todos los candidatos, que logra modificar el relato del país. Un relato de aspiración, de valentía, de coraje, de visión de futuro.

Catalunya será gobernada muy posiblemente por Artur Mas, algunas fuerzas políticas tradicionales se desplomarán porque los electores, como dice una marca de distribución de productos de electrónica, “no son tontos”, y otras fuerzas emergentes podrían iniciar un ciclo electoral que posiblemente se culminará en unos 15 o 20 años, durante el cual aprenderemos a reinventar el relato político y de país. No perder de vista a Laporta, a Nebrera, y a algunos otros, vale la pena. En este viaje hacia un país con más aspiraciones, más democrático, más ejemplar, culturalmente más desarrollado, más tolerante, digno, sincero con sus ciudadanos, económicamente más enfocado, internacionalmente más respetado y conectado, con un soft power inteligente, con buenas alianzas en España, Europa y el mundo, y un hard power basado en valores humanos, participaremos, muy probablemente, si el destino lo quiere, personas que creemos en el servicio público, y que en unos años estaremos en condiciones de influir con mayor capacidad de impacto, y que haremos de este viaje, como el viaje que llevó a Eneas hasta Roma, en algo por lo que valga la pena luchar. “Quan et cridin a guiar”, dice Espriu. Allí estaremos. Ahora, de momento, dignifiquemos el presente, aportando un reencuadre profundo de la realidad que nos permita introducir el relato de la esperanza. Visca Catalunya.

Ivan Bofarull

Membre del club d’opinió Espai Jaume Vicens i Vives

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