25 ago 2010

De la melancolía de Magalhaes a la esperanza informada

Inigualable escritor. Gabriel Magalhaes, el gran escritor luso, nos ofrece observaciones de la realidad que por ser tan lúcidas, producen a menudo un impacto duradero y del que no es fácil reincorporarse al quehacer cotidiano. Las páginas de La Vanguardia son portadoras de este privilegiado testimonio. Hoy miércoles ha sido uno de esos días en los que las palabras de Magalhaes deslumbraban a cualquier lector ávido por encontrar las claves de nuestro tiempo. Dice hoy el escritor luso en La Vanguardia que la sociedad contemporánea está caracterizada por un "capitalismo que se comporta como un caballo desbocado que parece conducirnos a un apocalipsis planetario". Y cita los cuatro "jinetes" de este apocalipsis. Cuatro señales que advierten nuestro dramático devenir. El primer jinete es el del principio de la "eliminación". Dice Magalhaes: "A uno le despiden , y eso es ser eliminado. Uno acaba sus estudios y no encuentra trabajo: otra eliminación. El mundo se está transformando en un lugar estrecho, donde cada vez hay menos sitio". "Gran Hermano es un arquetipo de la sociedad contemporánea: ir echando a la gente; luchar para que no nos echen". A la brillante observación del escritor luso, tambien apuntada y ampliada por Zygmunt Bauman en su libro "La sociedad líquida", quisiera oponer tres antónimos al término eliminación. El primero es Aceptación. Aceptar la diversidad es fundamental para evitar la exclusión. Al autoexcluido social (por ejemplo, al que malvive en la calle), el destino le ha cortado los diferentes hilos que le conectaban con la sociedad (trabajo, familia, etc...). No darle la espalda al excluido, aceptarlo como lo que es, ni más ni menos, es decir, ni como una persona en las mismas condiciones que alguien perfectamente integrado, ni como un apestado, es fundamental para su reincorporación a la malla social. Ante la eliminación, aceptación. Tambien, ante la eliminación, el Perdón. Algo aparentemente tan integrador como reconocer nuestra propia debilidad en las acciones de los demás, y que hoy tiene descrédito social. Perdonar es débil. Nunca lo harían tipos duros como Bush o Aznar. Mejor tensionar hasta el final. En cambio, el perdón puede ser un valor que abra la puerta a infinitas posibilidades, incluso egoistas, ya que nos permite concentrar nuestra energía en aquello que aporta valor a nuestras vidas. Por lo tanto, perdonar antes de eliminar. Y finalmente, la Reconstrucción. Bella tarea que nuestras más inmediatas generaciones llevaron a cabo despues de un proceso masivo de eliminación de 30 años (las Guerras Mundiales y la Guerra Civil española). La reconstrucción hizo aflorar excelentes liderazgos, como los que posibilitaron el surgimiento de la Comunidad Económica Europea. Pero la lucidez es encontrar la virtud de la reconstrucción antes de proceder a la eliminación, para así evitar el vicio del bucle destrucción-reconstrucción. En segundo lugar, Gabriel Magalhaes cita como "segundo jinete" el principio de la irrealidad. "Una gran religión contemporánea", según la cual "cada uno de puede montar su capilla, con altar personal en forma de blog, sin que le falten fieles seguidores. Los mundos virtuales son nuestras peregrinaciones". Ante esta formidable descripción de una de las derivas más evidentes de la sociedad contemporánea, sería tramposo oponer a la irrealidad el principio de la "realidad". Prefiero optar por otro de los antónimos: la Verdad. Es decir, un mundo en el que hemos incorporado nuevas mallas, nuevas redes, como las redes sociales potenciadas (tendemos a decir redes sociales "a secas" pero es falaz, ya que estas siempre han existido, desde la tribu), pero en el que nuestro yo más consciente debe actuar cuál perro guardián para no perder de vista la verdad. La verdad nos exige profundizar y desarrollar el pensamiento crítico, y por lo tanto complementar la visión más horizontal que nos enseñan las redes sociales virtuales. El tercer jinete que cita Magalhaes es "el principio de la materialidad". Dice: "Para consolarnos de nuestra muerte nos rodeamos de cosas. Le pedimos a la sociedad que sea una acaricia alrededor de nuestra carne". Ante la materialidad, espiritualidad. O como diría Francesc Torralba, "inteligencia espiritual", aquella competencia con la que desarrollamos la capacidad de trascender, y por lo tanto ir más allá de nuestros deseos materiales inmediatos y así elevar el nivel de comprensión de la realidad que nos rodea, de una forma más lúcida al salir de nuestra propia cosmovisión autocentrada en creencias propias. Finalmente, Magalhaes cita como cuarto jinete al "principio de la soledad". A este principio cabe oponer las breves palabras del gran poeta catalán Miquel Martí i Pol, que en su poema "Solstici", dice: "En solitud, però no solitaris,/ reconduïm la vida amb la certesa/ que cap esforç no cau en terra eixorca./ Dia vindrà que algú beurà a mans plenes/ l'aigua de llum que brolli de les pedres/ d'aquest temps nou que ara esculpim/ nosaltres. Maravillosa puntualización la de Martí i Pol: en soledad (solitud) pero no solitarios. La soledad puede ser un valor positivo si somos conscientes de un esfuerzo compartido a partir del cual sucesivas generaciones podrán beneficiarse de nuestras transformaciones, aunque hoy no seamos capaces de ver los resultados. En soledad aunque no solitarios. Ningún esfuerzo caerá en tierra yerma. Estas palabras de Martí i Pol son de gran inspiración para cerrar esta oda a la esperanza informada (aceptar, perdonar, construir, buscar la verdad, trascender nuestro ego, en soledad pero nunca solitarios), tan lúcidamente estimulada por las palabras melancólicas del gran escritor luso Gabriel Magalhaes.

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